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11 de febrero de 2019

El futuro se llama Construcción Social y Sostenible

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El futuro se llama Construcción Social y Sostenible

Vicente Sánchez Jiménez, secretario general CCOO de Construcción y Servicios y vicepresidente de la Fundación Laboral de la Construcción

Debemos concebir la construcción social y sostenible como la pieza clave del modelo urbano necesario para ganar en calidad de vida. 

Si el objetivo es que nuestro planeta sea habitable en condiciones dignas para el conjunto de la ciudadanía, en cuanto a salud y bienestar se refiere, se hace imprescindible mezclar términos como construcción y sostenibilidad, concibiendo ambos de forma conjunta. Para ello, uno de los grandes retos es hacer comprender al sector y la sociedad las implicaciones que tiene la actividad constructora con respecto al equilibrio del hábitat. 

Un elemento de primer nivel para desarrollar esta necesaria sensibilidad es dar a conocer la repercusión tan positiva que conllevaría la consecución de los objetivos aprobados en el Acuerdo de París de 2015. Este acuerdo, enmarcado dentro de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, establece medidas para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, siendo su aplicabilidad para 2020, año en que finaliza la vigencia del Protocolo de Kioto. De esta manera, propone que todos los países consigan una transformación ecológica adoptando sistemas de producción y consumo diferentes a los actuales, basados en políticas sectoriales antagónicas con las vigentes. Se refiere, por tanto, a la implementación de una nueva revolución industrial comprometida con las necesidades de las futuras generaciones. 

Junto a ello, es importante vincular estos planteamientos con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Sobre este particular podemos citar el 11º objetivo orientado exclusivamente a la creación de ciudades y comunidades sostenibles. Esta propuesta hace mención a que los asentamientos urbanos deben proyectarse de forma inclusiva, segura, resiliente y, claro está, viable. Recordemos que según datos de la propia ONU la mitad de la humanidad vive en ciudades, y aunque éstas sólo ocupan el 3% de la superficie terrestre, representan entre un 60% y 80% del consumo de energía y el 75% de las emisiones de carbono. 

Sin duda, la construcción, como sector tradicional de la economía, puede y debe ser el motor que impulse esta nueva manera de producir y consumir, máxime tras las recientes actualizaciones de las Directivas 2010/31 UE, relativa a la eficiencia energética de los edificios, y la 2012/27 UE, relativa a la eficiencia energética, que tienen como finalidad reducir la energía que se requiere para satisfacer la demanda asociada al uso típico de los edificios. Asimismo, la Directiva 2018/844 UE, nacida al amparo de estos cambios, expone que en 2050 los edificios deben estar descarbonizados, cuestión planteada también en el Acuerdo de París antes citado. Cada país debe marcar sus propios objetivos en favor de la eficiencia energética para alcanzar las metas a corto (2030), medio (2040) y largo plazo (2050). 

En este sentido no debemos obviar que toda política estratégica urbana, así como de vivienda, si quiere tener futuro debe configurar una relación inclusiva con los términos social y sostenible, pues se va a seguir avanzando en propuestas que den cumplimiento a las necesidades básicas de habitabilidad, protegiendo el acceso a los suministros básicos y acabando con la pobreza energética, a la par que cuidando del medio ambiente. 

Con todo estamos sujetos a retos tan necesarios como complicados, ante los cuales el sector de la construcción no debe permanecer al margen del proceso de transición que actualmente se está dando en toda Europa. Ante las propuestas gubernamentales se tienen que crear espacios de Diálogo Social con el Gobierno donde los agentes socio-económicos nos anticipemos a los cambios que necesariamente va a sufrir el sector, dando respuestas concretas para gestionar el impacto que ello conlleve en la modificación y creación de empleo, así como en la cualificación profesional y, por supuesto, en las condiciones de trabajo. De igual forma que realizar planteamientos más amplios para configurar una estrategia a largo plazo que implemente un nuevo modelo urbano sostenible.